Si la luz viaja libre por el espacio, ¿por qué el cielo no está siempre iluminado?

Sabemos que la luz viaja a través del espacio y que esas estrellas que hoy en día contemplamos emiten su destello desde millones de años luz, siendo lo que vemos ahora mismo un reflejo de su pasado.
Todos los cuerpos celestes emiten luz, ya sea por calor, el reflejo de otros cuerpos, o bien por su propia composición. Esta luz que emiten viaja libre por el espacio llegando a todos los rincones. Si alzamos la vista de noche en un cielo despejado, veremos que hay millones de estrellas.
Entonces, sabiendo todo lo anterior, ¿por qué el cielo no está siempre iluminado?
La paradoja de Olbers
También conocida como el problema de Olbers, se trata de una paradoja que afirma que en un universo estático o infinito, con la cantidad de estrellas que existen en el universo el cielo no debería verse con regiones oscuras de noche, sino completamente iluminado.
Un ejemplo sería este:

Sin embargo es fácil comprobar que eso no es así.
En el siglo XIX los científicos creían que el universo podría ser infinito en extensión así también como infinitamente viejo. De ser así Heinrich Olbers tendría razón en su problema, pero la comunidad científica estaba equivocada.
Para explicar tal paradoja sostenían la teoría de los cuerpos celestes opacos. Esta idea planteaba la existencia de cuerpos celestes que eran opacos y de cantidades infinitas (como el universo), y representarían esos vacíos negros que vemos entre las estrellas.
Pero en un universo donde la energía no se crea ni se destruye esos cuerpos opacos acabarían recibiendo la luz de todas las estrellas hasta calentarse, y de este modo emitir luz por ellos mismos.
Un universo finito
Lo primero de todo, el universo no es infinitamente viejo, más bien al contrario. Según los cálculos actuales el universo tiene tan solo trece mil quinientos millones de años, tiempo más que suficiente para la formación de millones de estrellas.
Por otro lado el universo tampoco es infinito, según nuestra percepción este se extiende hasta los límites que son visibles para nosotros. En otras palabras, no podemos ver más allá del horizonte observable, por lo tanto, el número de estrellas que vemos está solo dentro de ese límite.
Esto se traduce en una cantidad finita de estrellas que podemos observar, así también como una cantidad finita de luz que haya podido llegar hasta nosotros.

Así que esas regiones oscuras del universo se corresponderían con aquellas zonas en las que la luz de otras estrellas se originó más allá de los 13.000 millones de años luz, que ya sea por la propia extensión del universo o por la edad de las mismas, dejaron de emitir luz o de ser visible para nosotros.
También hay que tener en cuenta que cuando contemplamos las estrellas estamos mirando hacia el pasado profundo: la luz que recibimos ha estado viajando durante miles de años, lo que puede influir en que algunas estrellas sean más atenuantes que otras, dado que la luz estelar envejece.
En la actualidad conocemos mejor el universo y las estrellas así esta paradoja carece de importancia. Pero no deja de ser un planteamiento interesante, y una pregunta necesaria para comprender mejor nuestro universo.

Este artículo ha sido publicado por un colaborador invitado.
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