
Spider-Man y el viaje del héroe: por qué el trepamuros de Tobey MaGuire sentó un precedente inalcanzable
El único Spider-Man que de verdad logró acercarse a la visión de Stan Lee.

Tranquilo, este artículo no contiene spoilers de ‘No Way Home’, la última aventura del UCM estrenada hace poco. Hoy venimos hablar de otro Spider-Man, un héroe olvidado por muchos y hostigado por otros, pero igual de apreciado y reconocido por una mayoría como el único y el original, al menos en la gran pantalla.
Con Disney y el Universo Cinematográfico de Marvel tuvimos una grata sorpresa en ‘Capitán América: Civil War’ con un joven Tom Holland en la piel del arácnido, presentado como uno de los protegidos de Iron Man. En pocas palabras, un chaval de instituto sin demasiadas pretensiones y poco contexto, que poco después recibió más atención y reconocimiento en forma de películas propias que le han sentado mucho mejor que la escuadrilla de Los Vengadores.

Pero antes de Holland hubo otros. Le precede un Andrew Garfield encarnando al asombroso Spider-Man (de la serie The Amazing), reboot que no levantó demasiada pasión pero que nos dejó dos entregas más que suficientes. Y antes, el primer Spider-Man en carne y hueso que vio el cine, con Tobey MaGuire bajo la dirección de Sam Raimi, en pleno apogeo de un nuevo cine de acción y de efectos impensables antes de los 2000.
El origen del héroe
A estas alturas damos por hecho que todos conocemos a Peter Parker, pero no el moderno Peter Parker, el elocuente y divertido, sino el tímido, el friki y científico, marginado por la sociedad y acogido por sus tíos Ben y May Parker. Una de las claves del éxito del hombre araña, que empezó como un justiciero menor de ‘Amazing Fantasy’ (1962), fue la familiaridad y singularidad de un personaje venido a menos, que vivía en Queens e iba al instituto. Exactamente todo lo opuesto a otros superhéroes populares como Batman y Superman, que venían de mundos ficticios y acostumbraban a estar sobrerepresentados.

Con Spider-Man, en cambio, cualquier niño de la época podía sentirse identificaro por la idea de un héroe que podía ser tu propio vecino y que se fascinaba por las mismas pequeñas cosas que cualquier otro niño, como cuando Ben y May le regalaron su primer telescopio, detalle que en otros cómics fue cambiando, por ejemplo, por su primer ordenador en la versión de John Byrne, ‘Chapter One’.
Parker es un chaval de origen humilde, pero sobre todo una persona con los mismos problemas sociales que el resto del mundo. Si a ello le sumamos la picadura de una araña radioactiva que te da superpoderes, acaba dando lugar a una de las mayores obras literarias que se han hecho nunca.
Antes de la picadura la vida de Parker no era nada del otro mundo, un nerd que se esforzaba por sacar buenas notas mientras soportaba el hostigamiento del acoso escolar, con dos tíos, casi ancianos, que hacían cuanto podían por llevar el pan a la mesa. Básicamente era una familia de clase obrera de los bajos fondos de Queens, de vidas austeras, pero con mucho amor y cariño. Luego, una picadura lo cambió todo.

La picadura de la araña le dio a Parker toda clase de poderes, pero no le otorgó moral, ni humildad, ni mayor inteligencia. Bajo ese nuevo y potente físico, resistencia sobrehumana y sentidos amplificados seguía escondiéndose el mismo chaval de Queens, un chico que no podía abandonar sin más su vida austera, y que aprendió, a base de golpes de la vida, lo que tío Ben nos enseñó a todos: un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
El viaje del héroe
Tanto en los cómics originales cómo en las adaptaciones de Raimi se hace un gran énfasis en la dramatización en segundo plano, es decir, el drama de fondo. Pero no hace falta señalar que ni ‘Spider-Man’ (2002) ni las dos entregas que le sucedieron son dramas al uso, la base de todo sigue siendo una película de superhéroes para todos los públicos, especialmente niños.
Pero el Spider-Man de MaGuire y Raimi nos hablan de cosas de las que ningún otro Spider-Man nos habla en la gran pantalla. Los inicios del muchacho, excitado por el nuevo devenir que le espera, una vida de facilidades, dinero y la chicha de sus sueños, acaba en sueños rotos cuando se da de bruces con su realidad, y la realidad de muchos otros: la vida nunca es fácil.

Con el Parker de MaGuire se nos plantea dilemas para nada sencillos de digerir, como la complejidad del amor y las relaciones, la normalización que existe del acoso escolar, el desempleo y la precariedad, la economía familiar, e incluso la ansiedad que puede llegar a sufrir un héroe. Hasta nos habla de perdida, la muerte, y de la peor de las traiciones que puede sufrir un amigo.
Otro punto con una narrativa fuerte y exhuberante la encontramos en los villanos de cada película, especialmente Duende Verde y Doc Oc, que nacen mediante el fracaso y la frustración, poniendo en relieve la esquizofrenia paranoide que sufren, al mismo tiempo que se nos muestra que también son humanos capaces de llorar y de sufrir, como nuestro héroe.

Entonces ese nuevo devenir se acaba convirtiendo en un infierno para el joven Parker, incapaz de huir de su antigua vida, pero tampoco de la nueva. Emprende por primera vez lo que conocemos como el viaje del héroe, y es ese camino lo que acaba definiendo qué es ser Spider-Man: un joven irresponsable convertido en un hombre adulto con una gran responsabilidad a sus espaldas.
Eso es precisamente lo que define al héroe, y lo que Stan Lee y Steve Ditko tenían en mente.
El Spider-Man de Tom Holland
¿Por qué existe tanto rechazo hacía el spidey más joven hasta la fecha? ¿Es por la nostalgia? ¿O realmente falla en algo?
Una cosa que se suele decir de la versión de MaGuire es que son películas adultas con trama adulta, mientras que en UCM son todo películas infantiles: lejos de la realidad, lo cierto es que ambas son cine infantil. Pese a todo aquello de lo que trata la trilogía original, los dilemas de los que nos habla Raimi no dejan de ser lecciones morales para los más pequeños, un drama subyacente ante todo ese popurrí de acción y combate, pero capaz de calar hondo en cualquiera.

El principal problema del Spider-Man de Holland es que no tiene nada de eso, y todo viene de un hecho muy simple: no es más que un secundario del UCM. Así es cómo se nos presentó, y su desarrollo a lo largo de las dos siguientes películas es relativamente nulo. No hay dramatización, no hay dilema, no hay mensaje, solo un chaval de instituto con una vida sencilla, enamorado en secreto y con una profunda admiración por Los Vengadores.
A priori este Spider-Man más moderno no deja de ser un producto moderno que deja atrás todo aquello que define al trepamuros para presentarnos un concepto más visual, algo con lo que seguir alargando la vida útil de lo que es ya la saga cinematográfica más larga que existe. Cualquier intento por humanizar este nuevo Spider-Man no tendrá resultado a menos que se haga un borrón y cuenta nueva, digamos, un modo de llevar a Peter Parker de nuevo a sus inicios.
Y quién sabe, tal vez Sony y Marvel nos sorprendan en un futuro.
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