Reseña de ‘Muerte en el Nilo’: un thriller entretenido con los ingredientes básicos de Agatha Christie
Publicado por: Adrián Ruiz
Kenneth Branagh vuelve a adentrarse en el mundo de Agatha Christie una vez más. Tras la unpopular ‘Asesinato en el Orient Express’ del 2017, vuelve a lucir esa pomposidad bajo el bigote de Hercules Poirot. Y lo hace por partida doble, tanto en la dirección como ante las cámaras.
En esta nueva aventura, la segunda adaptación que vemos del mismo libro, ese bigote cuenta su propia historia, previa al título de inicio, y da entrada a un “años después” que nos introduce en un nuevo y macabro caso que debe enfrentar el detective: un crimen pasional en plena luna de miel.
Un matrimonio fugaz
Basada en la novela que Christie publicó en 1937, la historia de ‘Muerte en el Nilo’ va sobre el caos emocional y el amor obsesivo. Poirot será invitado a un glamuroso viaje en barco donde Linnet Ridgeway (Gal Gaddot), una despampanante y fabulosa mujer, celebra su luna de miel con Simon Doyle (Armie Hammer). Pero la invitación de Poirot no es puramente cortés, al contrario, el detective ha sido invitado para investigar a una antigua amiga del nuevo matrimonio, aparentemente, con malas intenciones.

A la pareja acompañan otros tantos cercanos de los mismos, como la madrina de Linnet y su exnovio, un conocido y amigo de Poirot junto a su autoritaria madre, una célebre cantante de jazz y a su sobrina, y la que no ha sido invitada, la expareja de Simon, enloquecida por la rabia y los celos, interpretada por Emma Mackey.
Una mezcla de personajes extraña, pero típica de Agatha Christie, y que Kenneth se las ingenia para mitigar esa disfuncionalidad de esa lista de invitados, enfocándose en las rarezas de cada individuo en lugar del colectivo como grupo. Aun así la relación entre todos pueden explicar ciertos motivos de Linnet, el por qué de sus preocupaciones, y de ciertos comportamientos.

Pasando al plano visual, visitamos el norte de África a través del ordenador, con una fuerte apuesta por un CGI de lo más opulento. Los paisajes podrían ser fantásticos si no fuera por la cantosidad digital que se vuelve palpable en pequeñas y no muy frecuentes secuencias de acción demasiado evidentes. Probablemente este sea el peor aspecto de toda la película, un abuso del croma innecesario y que empaña esa introducción tan maravillosa con la que nos introducen a la desdicha de Poirot.
Curiosamente, Gal Gaddot es quien más destaca, incluso por encima de Branagh, que no parece luchar demasiado por interpretar a un Poirot memorable. Y es que ver a Gaddot compartiendo lugar con Emma Mackey es el plato fuerte de la película, una combinación explosiva de una dinámica interpretativa entre dos actrices opuestas, pero igual de espectaculares.

Como una pieza cinematográfica, es suficiente y entretenida. Fluye entre risas momentáneas pero sin suficiente alegría, con luchas coreográficas no muy desdeñables y un caso por resolver que si no te conoces la obra original, tiene el poder de engañar y sorprenderte. No es la película del año, tampoco de los últimos tiempos. Pero sí es un espectáculo, algo vacío, aunque sin demasiadas pretensiones.
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