Reseña de ‘Última noche en el Soho’: terror psicodélico, neones vintage, y una Londres entre dos mundos
Publicado por: Adrián Ruiz
El director Edgar Wright y la coguionista Krysty Wilson-Cairns se reúnen para traernos un slasher psicológico empapado de neón y sangre a través del vibrante ambiente de una Londres de los años 60. Se trata de uno de los últimos estrenos del año, y de los más prometedores, contando con la deslumbrante Anya Taylor-Joy, que ya nos cautivó anteriormente en ‘Gambito de dama‘.
Wright y Wilson exploran la conexión entre el pasado y el presente mediante un misticismo psíquico capaz de dejarnos alucinados, pero sobre todo inquietos ante lo que promete ser un thriller ingenioso.
Fantasmas del pasado
La historia nos presenta a Eloise Turner (Thomasin McKenzie), una joven estudiante y apasionada de la moda que decide viajar a Londres para aventurarse ante lo desconocido, en busca de un futuro como modista. Su abuela, quien cuida de ella desde la perdida de la madre, está constantemente preocupada por su nieta, ya que Ellie ve con frecuencia fantasmas del pasado, incluido el de su propia madre.

Pero nada de eso será un impedimento para la joven Ellie, que decide emprender su viaje y acabará alquilando habitación en la casa de una solitaria anciana. Esa habitación, alquilada por innumerables personas a lo largo de los años, despertará en Ellie unos sueños capaces de transportarle a la Londres de los 60, donde conocerá a Sandie, una joven atractiva con grandes sueños y aspiraciones.
En este sentido, ‘Última noche en el Soho’ es una película que transcurre en dos planos diferentes, uno en la Londres actual con Ellie, y el otro en la Londres vintage con Sandie. Y en cierta manera se siente como si fuera un pretexto para hacernos enmudecer cada vez que vemos en pantalla a Taylor-Joy dando vida a Sandie, de hecho, los momentos más placenteros de la película son las secuencias que protagoniza la actriz.

Estas escenas oníricas en las que Ellie y Sandie son una misma, vistas a través de reflejos, son un logro asombro y nos recuerdan bastante a otras escenas originales con espejos como ‘La haine’, ‘Contact’ o ‘Sucker Punch’. Hay algo realmente maravilloso en su ejecución, con coreografías y movimientos largos de cámara que ponen a Sandie y Ellie en una misma toma, alrededor de toda la pista de baile, intercambiando sus lugares. Y no es para menos, para tal ocasión Wright ha querido contar con Chung-hoon Chung, el director de fotografía más acérrimo a Park Chan-wook, responsable de uno de los planos secuencias más famosos del cine, el del pasillo de ‘Oldboy’.
Volviendo al Soho, a medida que la realidad de Ellie va difuminándose, la violencia del mundo de Sandie empieza a afectarle. Aquí Wright muestra su lado más sangriento, con un leve engaño durante la primera mitad de la película mostrándonos algo incluso enternecedor, para luego incomodarnos con exceso de sangre y terror psicológico. A priori la historia nos cautiva, pero en sus últimos compases empieza a hacer mella y se desinfla rápidamente, tambaleándose en su propio resultado.

En general, la cinematografía, la banda sonora y el acertado vestuario logran crear una estética única e impecable, pero la historia va de más a menos. Se trata de una película de terror posmoderno con un claro enfoque y mensaje feminista, cuya pieza visual y auditiva es impactante, aunque con un par de tropiezos por el camino. Pero sobre todo, es una película a merced de Taylor-Joy, que es capaz de robarnos el corazón con solo aparecer en pantalla.
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