Análisis de ‘State of Mind’: una interesante aventura cyberpunk de corte indie
Publicado por: Adrián Ruiz
Mientras todos esperamos la llegada de ‘Cyberpunk 2077’, entretanto son muchos los indies que nos proponen una alternativa con toques de scifi y cyberpunk con las promesas suficiente para saciar nuestra ansias del próximo título de CD Projekt Red. Hace poco en nuestro artículo de juegos españoles os hablamos de ‘The Red Strings Club’, un indie en esa misma línea que comentamos, y hoy es el turno de ‘State of Mind’, otro caso particular y bastante prometedor, una aventura gráfica muy atípica.
Presentado como un thriller futurista, la ambientación cargada de ciencia ficción no falta al título y la narración presenta muchos elementos innovadores del uso de la tecnología. Hablamos de un juego que nos recordará bastante a ‘Detroit: Become Human’, pero con un presupuesto mucho inferior.
Aún así estamos ante un juego a medio camino entre un indie y un triple A que realmente no precisa de un gran presupuesto para lo que se propone. Y es que el estudio de desarrollo detrás, Daedalic Entertainment, se las ha apañado ingeniosamente para abarcar mucho con poco.
Distopía contra utopía
‘State of Mind’ nos traslada a una futurista Berlín asolada por la tecnología y en un futuro no muy lejano. En pleno 2048 los androides son ya una realidad y están fuertemente integrados en la cotidianidad de la sociedad, realizando todo tipo de trabajos y quehaceres. La policía ya no está formada por agentes como antaño, si no por agentes de metal y circuitos.

Como es habitual en las distopías de este tipo, estas descoyunturas sociales generan corrientes de personas que se alinean contra las nuevas tecnologías; los androides. Una crispación social que a través de su narración nos planteará cuestiones morales que a cualquiera nos resultarán familiares, pues son planteamientos que a día de hoy ya se cuestionan las sociedades actuales desde la existencia de Internet, las redes sociales y los dispositivos inteligentes. Pero también son planteamientos que ya hemos explorado antes en otro videojuego, el mencionado ‘Detroit: Become Human’.
Pero para esbozar diferencias con Detroit los de Daedalic plantean a su propia historia, una historia que en lugar de centrarse en la tensión y el autoconocimiento adquiere un enfoque de thriller, misterio y suspense. Y el punto innovador de su narración se encuentra en una idea inteligente que esconde detrás, una distopía con su propia utopía dentro.
La historia de ‘State of Mind’ arranca presentándonos a un protagonista que rompe con lo habitualmente establecido en videojuegos; en lugar de un simpático e inspirador personaje con el que todos nos sentiríamos identificados tenemos a Richard Nolan, un malhumorado e irritable periodista que ha sufrido un accidente de coche, del que se recupera con una leve amnesia. Tras volver a casa se encuentra con que ni su mujer ni su hijo están allí, y sin rastros de su paradero, al mismo tiempo que su puesto de trabajo empieza a pender de un hilo.
Una curiosa aventura gráfica
Para dar forma a este oscuro “cyberpunk” Daedalic han optado por una estética low poly que otorga una personalidad única al juego y encaja con los tonos sombríos y apagados de una Berlín oscura y nocturna. La decisión en sí es acertada para lograr una mejor ambientación que encaje con la identidad del juego, aunque también se intuye un disimulado uso de esta estética por evidentes carencias técnicas en su desarrollo, pues por momentos se dan animaciones algo toscas, rostros inexpresivos y mecánicas torpes. Por otra parte su traducción al español, aunque suficiente acertada, cuenta entre sus líneas con algunos errores mal conjugados.

La trama argumental por su parte logra ser interesante y nos enganchará rápido, aunque inevitablemente no cuenta nada que no hayamos visto antes en otras obras de ciencia ficción. Por otra parte el guion comienza lento pero a medio juego logra encauzar el interés con unos giros argumentales bastante ingeniosos.
Para acabar, la parte jugable es bastante sencilla. A efectos prácticos estamos ante una aventura gráfica tridimensional y toda su base es básicamente esa, centrándose especialmente en la conversación pura y dura. Aunque cuenta con pequeñas mecánicas jugables como si fueran minijuegos que aportan variedad y resultan lo suficiente entretenidas como para tener sentido. El sistema de diálogos en sí no es demasiado complejo, pero sí hay decisiones que pueden cambiar el destino de los personajes, un elemento clave en un juego como este.

Como punto positivo la música encaja con el mundo decadente que nos presenta el juego.
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