Jugar al ajedrez solo, ¿una idea estúpida o una idea brillante?
Publicado por: Adrián Ruiz
Sí, este artículo es por ‘Gambito de Dama’, la serie de Netflix protagonizada por Anya Taylor-Joy donde la joven actriz interpreta a una niña prodigio del ajedrez. Es una maravilla de serie muy fácil de recomendar y de la que ya hablaremos en otra ocasión con un profundo análisis. Pero hoy hablaremos de algo que siempre llama la atención y que es muy habitual de ver entre ajedrecistas profesionales y otros tantos aficionados: jugar al ajedrez contra ti mismo.
Pero tú y yo, pobres inexpertos que no le ganaban ni al ajedrez de Windows 7 en el nivel 1 podemos pensar que jugar contra ti mismo en un juego que requiere mínimo dos oponentes es, prácticamente, un sin sentido: en todo momento sabes cuáles serán los movimientos de tu oponente (al fin y al cabo eres tú). Se pierde esa faceta competitiva que supone el reto de enfrentar a otra persona que no sabes qué hará en su próxima jugada.
Pero jugar contra ti mismo puede ser útil en diferentes propósitos. Por ejemplo, nos permite conocer nuestros puntos débiles o ser conscientes de patrones que repetimos sin darnos cuenta. Es a efectos prácticos un entrenamiento con análisis didáctico más que un entretenimiento en sí para distraernos un rato.
Pero ello no quiere decir que el ajedrez no pueda ser un entretenimiento si jugamos solos. Al contrario, si te gusta el ajedrez puede disfrutarse y hasta sorprenderte de las capacidades que nos ofrece el juego a la hora de enfrentarnos contra nosotros mismos.
Tú vs tú
Jugar contra uno mismo nos permite mejorar nuestra jugada, aprender de nosotros y estudiar movimientos ante situaciones en las que hemos perdido. Volver a reproducir jugadas contra oponentes es una práctica muy habitual entre los profesionales. Sirve para estudiar a fondo el tablero en la búsqueda de puntos débiles, errores cometidos o de estrategias más reforzadas.

Pero jugar solo al ajedrez si no tenemos oponentes a mano o no queremos enfrentarnos contra una máquina es algo de lo que podemos disfrutar perfectamente. El hecho de conocer la jugada de nuestro contrincante porque somos él no tiene por qué empañar la partida si sabemos aplicar un criterio de juego muy básico: siempre debemos buscar la victoria en el turno que nos toque.
Cuando nos toque mover pieza hay olvidar el movimiento que haremos después, “sí hacemos esto o lo otro“. En su lugar aplicamos la misma mentalidad que aplicaríamos jugando contra un oponente real: sí movemos esto, el oponente luego podría hacer esto otro.
A priori el pensamiento es el mismo, pero con un matiz diferente y que realmente no incide demasiado en la experiencia de la partida. Además logra que en cada turno se mantenga esa competitividad necesaria para nutrir a nuestro cerebro del chute de dopamina y noradrenalina que necesitamos para que una partida de ajedrez sea emocionante.

Y el propósito es muy simple: ganar. Pero no es decir “ahora voy a ganar con las blancas” o “ahora voy a ganar con las negras”, sino ganar con ambas. Debes buscar el propósito de ganar con las piezas del turno que te toque y eludir en todo momento los movimientos del turno anterior.
La gracia del ajedrez es que el camino a la victoria no es cosa de un solo movimiento sino de una sucesión de movimientos realizados anteriormente. La victoria o la derrota de uno de los dos bandos siempre estará condicionada por todos los movimientos que hagamos desde el comienzo de la partida, lo cual complica que nos saboteemos a nosotros mismos en cada turno, consciente o inconscientemente.
Otro criterio interesante es el de aplicar distintos estilos de juegos a cada bando. Si aplicamos el mismo rol a ambos bandos un escenario bastante probable es que o se acabe la partida en tablas, o bien ganarán siempre las blancas por su evidente ventaja de mover primero. Es lo mismo que ocurriría si pusiéramos a competir dos ordenadores entre sí que juegan exactamente igual: siempre ganarán las blancas.
Pero aplicando a cada bando diferencias en nuestro estilo de juego no solo le dará más versatilidad a la partida, sino que además aprenderemos y evolucionaremos en nuestra estrategia y seremos más efectivos la próxima vez que queramos competir con alguien.
De hecho si quieres iniciarte (profesionalmente) en el mundillo del ajedrez la recomendación más habitual para todo novel es siempre la misma: empieza jugando solo.
Solitaire Chess: otra alternativa para jugar solo
Si nadie quiere jugar contigo y jugar solo contra ti no es lo suficiente convincente como para buscar entretenimiento un domingo por la tarde, existe una alternativa interesante y didáctica, diseñada para ejercitar el cerebro de la misma manera que lo haría el ajedrez convencional.
Se trata de Solitaire Chess de ThinkFun, un juego de mesa para todas las edades que cualquiera puede disfrutar y que también puede servir de iniciación al mundo del ajedrez. En lugar de un tablero de 64 casillas y 32 piezas tenemos 60 tableros de 16 casillas y 8 piezas.
La gracia del juego reside en la variedad de distribución de las piezas en sus múltiples tableros. Nos invita a comernos todas las piezas en un único movimiento siguiendo la lógica de los movimientos que podemos realizar con cada tipo de pieza.
Es un juego didáctico pensado para ejercitar el pensamiento y tiene niveles desde muy fáciles hasta extremadamente complejos. Aunque tiene ya sus años sigue disponible en Amazon (de importación alemana e inglesa), pero sin instrucciones en español. Aunque son relativamente sencillas y las puedes ver en el video de arriba.

ThinkFun 76325 Soitaire Chess - Juego de Pensamiento (versión en alemán)
Ver en Amazon
Si te ha gustado el artículo síguenos para no perderte nuestras publicaciones: