La historia de los primeros satélites espía de los Estados Unidos

Los Estados Unidos y la Unión Soviética fueron las dos primeras naciones en poner en órbita satélites para espiar otros países desde el cielo, pero ambos tuvieron un comienzo muy distinto en el desarrollo de esta tecnología vanguardista de la época.
La URSS por ejemplo desarrolló sus primeros satélites conocidos como Zenit a partir de cápsulas tripuladas de la nave espacial Vostok, mientras que los Estados Unidos crearon su propia serie de satélites pequeños pero más avanzados: el proyecto Corona, que de cara al público estaba oculto bajo la tapadera del programa Discovery.
Irónicamente la ocultación del proyecto Corona tras el manto de un programa civil no sirvió de mucho, ya que la URSS estaba al tanto de la naturaleza del programa Discovery. Aun así la historia de los primeros satélites espía americanos logra ser fascinante, y en este artículo te la contamos.
Del Lockheed U-2 al Corona KH-1
Tan solo 8 semanas después de que la URSS lanzara con éxito el Sputnik el 4 de octubre de 1957, primer satélite artificial lanzado por el hombre y el primero de varios satélites de la URSS de su programa espacial, Estados Unidos tuvo la inmediata necesidad de empezar con el desarrollo de sus propios satélites espía: iniciaron el proyecto Corona bajo el disfraz de un programa público de investigación científica, el Discovery.
Pero a mediados de la década de 1950 los Estados Unidos ya tenía el Lockheed U-2, más conocido como Dragon Lady: un avión de vigilancia capaz de sobrevolar a gran altitud y que era utilizado por la Fuera Aérea de los Estados Unidos (USAF) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Los U-2 eran aviones avanzados y muy eficientes en su trabajo, pero el 1 de mayo de 1960 la URSS derribó uno de estos aviones por violar su espacio aéreo, lo que se conoció como el “Incidente del U-2”: 14 misiles SA-2 lanzados contra el avión pilotado por Francis Gary Powers. Dos años después se repetiría el mismo episodio esta vez sobre el cielo de Cuba, mientras que un U-2 realizaba un reconocimiento de tropas soviéticas armando misiles nucleares en plena crisis de los misiles cubanos, el mayor Rudolph Anderson perdió su vida siendo derribado por la URSS en pleno vuelo.

Los Lockheed U-2 eran excepcionales y realmente eficaces excepto en territorio soviético, la URSS disponía de la tecnología y de la inteligencia militar necesaria para detectar y derribar unos aviones presuntamente diseñados para ser inalcanzables. Por ello mismo la necesidad de Estados Unidos de disponer de satélites espía era mayor nunca.
De ello surgió el programa Corona que fue una serie de satélites de reconocimiento producidos y operados por una división de la CIA conocida como el “Directorado de la Ciencia y la Tecnología”, encargada del desarrollo y aplicación de la tecnología para facilitar información para los Estados Unidos. Se usaron principalmente para la vigilancia fotográfica de la Unión Soviética y la República Popular China, y el programa tuvo sus inicios en junio de 1959.
Los satélites del programa fueron los KH-1, KH-2, KH-3, KH-4, KH-4A y KH-4B, siendo KH una denominación de “Keyhole” y el número una designación de los instrumentos de vigilancia que utilizaba cada satélite, como el uso de cámaras monopanorámicas o el doble de panorámicas. Se lanzaron un total de 144 satélites durante el programa, de los cuales 102 lograron enviar fotografías que fueran útiles para los distintos propósitos de investigación.
Ingeniería artística
Los satélites KH se componían por tres módulos distintos: un sistema de guía mediante sensores y cámaras de constelaciones, un sistema de dos cámaras fotográficas de 70mm con un alcance de entre 3 y 9 kilómetros de distancia, y un sistema de recuperación de las películas generadas por el sistema fotográfico del satélite. Dicho sistema de recuperación empleaba un escudo térmico, un paracaídas y una radiobaliza.
Como todo sistema, una tecnología de este tipo necesitaba ser calibrada para garantizar su funcionamiento. Para ello los Estados Unidos construyó 272 marcas de hormigón circulares o cuadradas de hasta 26 kilómetros de largo repartidas por todo su territorio. Hoy en día muchas de ellas todavía siguen por los desiertos de Arizona.

Por otro lado los satélites empleaban un sistema realmente complejo y lograr que funcionaran con éxito no fue una tarea precisamente sencilla. Se enviaban al espacio con un cohete lanzado a una órbita de 100 kilómetros de altura y con el ángulo necesario para capturar el objetivo que se iba a fotografiar. Pasados dos días el módulo que almacenaba las películas se separaba del satélite y se dejaba caer en un lugar escogido: durante la caída, un avión debía cazar el módulo en pleno vuelo.

Por supuesto se tuvieron en consideración todos los pros y contras de un sistema así de delicado. Por ejemplo el módulo estaba pensado para poder amerizar en el océano, mientras que las películas estaban diseñadas para sobrevivir no más de dos días antes de que el salitre del mar acabara con ellas, una medida para evitar que el enemigo se hiciera con su contenido. Los primeros lanzamientos no fueron precisamente un éxito, pero con el tiempo lograron avances realmente sorprendentes:

Y no fue hasta 1964 que el programa fuera descubierto en público de la peor forma posible. Un satélite lanzado el 27 de abril de 1964 sufrió un fallo en su fuente de alimentación tras tomar hasta 350 instantáneas, destrozando gran parte de la película. Aun así el satélite ignoró las señales recibidas de bloquear el lanzamiento de la cápsula y volver a entrar en la Tierra: acabó precipitándose por si solo órbita adentro.
Los primeros cálculos realizados sugerían que el satélite se desintegraría por completo impactando en el Pacífico, al oeste de América del Sur. Pero nuevos cálculos que se hicieron posteriormente concluyeron que algunos escombros podrían haber acabado en Venezuela, y así fue. El 1 de agosto de 1964 un fotógrafo comercial informó al Ejército de los Estados Unidos en Caracas que un objeto que parecía ser de un “vehículo espacial” con los textos “United States” y “Secret” había sido recuperado un mes antes: aterrizó en una granja de Venezuela y los granjeros que la encontraron la pusieron en venta. No hubo ofertas, así que acabaron desmantelando la cápsula y aprovechar sus piezas para utensilios domésticos y juguetes, mientras que las fotografías que contenía en su interior acabaron publicándose en un periódico local.

La CIA recuperó lo que quedaba de los escombros del módulo, que fueron recogidos por el ejército venezolano. Tras el incidente los satélites dejaron de utilizar marcas de clasificación tan evidentes, y en su lugar pusieron un aviso de recompensa en 8 idiomas distintos.
Desde entonces se conoció públicamente la existencia de los satélites espía de Estados Unidos, y aun así fueron un éxito con un largo recorrido hasta 1972.
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